Un día abrió sus ojos, se dio cuenta que ya no era aquella
niña, esa niña que abrazaba a la niña que prefería jugar con tierra, a la niña
emprendedora, a la niña buena, a la soñadora, a la niña que ponía su cuerpo
bajo la lluvia sintiendo cada gota de agua caer por su cuerpo y limpiaba cada
uno de sus poros, ya no era la niña que exploraba su cuerpo, no era la niña que
se quedaba callada, ya no era aquella niña que deseaba decir no para defenderse.
Se dio cuenta que no había dicho todo, que no había sido amada suficiente, , se
dio cuenta que ella deseaba despertar, descubrirse, conocerse, sentir su
sexualidad, disfrutar el orgásmico grito, tener su cueva amorosa, amar su
sombra.
Ella dejó ir. Sin un pensamiento, ni una palabra, ella dejó
ir, soltó los miedos, los juicios, las opiniones alrededor de su cabeza, ella
soltó la indecisión, soltó todos los deberes y los motivos, sin vacilaciones ni
preocupaciones, ella solo soltó.
No quería consejos , no quería sermones, no quería
recuerdos, no quería cálculos, no quería ansiedades que le impidieran avanzar,
no quería citas programadas, no le importaba el estado del tiempo ni lo que su
horóscopo dijera.
Renunció, y no quería analizar los motivos, no ocupaba
aplausos ni felicitaciones, no quería ser notada, solo ser una hoja caída del árbol
y soltar… Ella soltó!
Sus juegos eran en el insomnio, se descubre, se siente, se sabe en medio de su ropa fresca de
finas sedas y sus caricias seductoras, su rostro emerge tímido en
medio de la neblina.
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