viernes, 16 de enero de 2015

Recuérdame...



Recuérdame…

Un día no estaré más, me iré sin decir nada,
No habrá una carta, ni letras, ni mensajes, no habrán abrazos, ni besos,
El vidrio no recordará el vaho que un día existió.
No habrá retornos, ni giros para dejar un recuerdo.
Tomaré lo poco de mí, mi esencia y la llevaré conmigo,
Lo poco que se me conocía será la lucidez de lo que fue mi nombre,
Pondré en una caja la música que escuchaba, los cuadros que pintaba, 
los libros que leía, las hojas que escribía.
Si… aquellas letras que nadie había leído y que no significaban nada.
No habrán dedicatorias, ni poemas, solo la luna será la que pronuncie mis sueños.
Las estrellas serán los pequeños rayos que iluminarán lo que un día fui y luego se irán.
Recordarás que antes de irme aprendí a mirar, a escuchar, a amar, a hablar y a llorar.
Sabrás que dejé la envidia y escuché con mis oídos atentos,
 que mi boca inamovible no tuvo pronunciaciones, que las palabras se hicieron gestos y los gestos fueron la expresión de un sentimiento.
Sabrás que cometí errores, que aprendí en el dolor de las palabras,
que algunos sueños se realizaron porque me permití soñar, soñar en el aire, soñar la vida, soñar el amor, también aprendí que otros sueños murieron porque no sabían que eran sueños,  que se hicieron silencios, pero que luego esos silencios tuvieron formas, movimientos, imposibles, y la inmensidad de toda la profundidad.
Recordarás que pude cambiar mis palabras por el sentir, por los secretos más raros, por el toque, por el calor, por el frío, por dibujos abstractos, por curvas, por rectas, por sabores exóticos de las pequeñas manifestaciones de la vida.
Sabrás que pude ver con el lente interno la imagen que entra por los ojos del alma, que esas miradas me llevaron a perderme en miles de caminos, pero que aún así, luego encontraba mis destinos con dignidad.
Recordarás que no le tenía miedo a mis propios miedos, y, cuando estos eran más grandes que yo, las lágrimas inútiles fueron la fuerza de las esperanzas y que supe darme cuenta de cuan pequeñas son mis grandezas y cuan valiosa es mi pequeñez.
No olvidarás, que supe encontrar maestros en esta vida, que me enseñaron  a comprender la alegría sin ellos saber que la tenían, pero que sus simples experiencias fueron la riqueza a mi espíritu, que aprendí de ellos a respetar lo incondicional del ser, el ser por sí solo, sin mucho que tener, solo su propia esencia, que en medio de mi desastre mental auxiliaron mi soledad y aceptaron mis defectos y virtudes.
Recordarás que aprendí a amar y a ser amada, y pude amar aún sin ser amada, a hacer gentilezas en medio de los cariños y hacer cariños aunque no recibiera gentilezas.
Recordarás que nunca estuve sola, aunque yo quisiera estar sola.
Así que si hoy quieres, recuerda lo que puedas de mí, lo que quieras y lo que deseas.
Mañana, es posible…
Que ya no esté!!!



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