jueves, 25 de noviembre de 2021

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25 de noviembre: La mujer sin miedo

Por: Shirley Ruiz
FSMET Col-Lat, Costa Rica

Escribe Eduardo Galeano: La mujer sin miedo

“Hay criminales que proclaman tan campantes “la maté porque era mía”, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los súper machos tiene la valentía de confesar “la maté por miedo”, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”.

Y es que de niñas nos pusieron coronas, vestidos de princesas, ropa en donde teníamos que cruzar nuestras piernas para que no se vieran nuestros calzones.

Nos dijeron tantas veces “que niña más linda“, mientras sin permiso nos tocaban nuestro cabello.

Nos mostraban películas que nos hacían soñar con el “príncipe azul” y a creer en el “felices para siempre”, aunque ese para “siempre” estuviera acompañado de golpes, infidelidades, desprecios, indiferencias.

Éramos princesitas asustadas, dependientes del primero que llegara y nos salvara.

No podíamos pensar en ser la “fea” del grupo, nos enseñaron a ser siempre guapas para los demás, a esperar a que nos solucionaran la vida y en pensar que solo a la par de una pareja seríamos completas y felices.

Nos enseñaron que la Otra era la competencia y amenaza y eso nos hizo odiarnos entre nosotras.

Crecimos y nos enseñaron a escondernos, a esconder nuestro cuerpo, nuestros actos, nuestros sentimientos.

Nos enseñaron a callar, a no decir lo que pensábamos por vergüenza de lo que pudieran decir, nos dijeron que lo que pensábamos era absurdo, ridículo, sucio.

Entonces nos escondimos de lo inoportuno, lo inapropiado, lo deseado, nos escondimos de la vergüenza ajena, de la mirada externa.

Nos enseñaron a vestir con los gustos de otros, no sea que pensaran que íbamos buscando gustar, destacar, ser admiradas, nos enseñaron la vergüenza al desnudarnos, no nos era permitido sentirnos cómodas con nuestro cuerpo y que luego quisiéramos enseñarlo sin miedo ni prejuicios.

Nos enseñaron a no reír a carcajadas fuertes, a no rascarnos una teta frente a los demás, a no preguntar lo que no entendíamos, nos enseñaron a no usar minifaldas, a usar sostén, porque una dama no puede salir sin sostén, no se puede ser escandalosa.

Nos enseñaron a pintarnos con tonos suaves, a salir siempre peinadas, a combinar la ropa con los zapatos y el bolso.

Pero los años pasaron, las experiencias dolorosas nos hicieron abrir nuestros ojos, nos hicieron no tener miedo y dijimos: pueden quedarse con nuestros vestidos de princesas, con nuestros espejos y nuestras coronas, pueden quedarse con nuestros complejos, con nuestros miedos, nuestros vacíos, pueden quedarse con nuestra vergüenza, pueden quedarse con todo lo impuesto.

Hoy celebramos a nuestra “sinvergüenza interna”, esa que no le importa salir a la calle pintada con labial rojo, esa que se anima a hablar, esa que hace campo para las botas, para los libros, las cervezas, esa que toma fotos y se deja fotografiar, esa que puede andar condones en el bolso, esa que cuenta sus propios cuentos en donde ella baila, corre, descansa, y se tira en el pasto para contemplar el cielo, esa que sueña y vive desastres y deseos, esa que no le teme al fracaso y empezar de nuevo, esa que tiene proyectos, esa que admira a sus amigas, esa que siente fuego, esa que sabe que para una caricia no ocupa una melena preciosa, esa que sabe que su cuerpo, su mente y sus palabras son la única arma para ser, vivir y sentir plenamente.

Hoy somos esas que sabemos que no hay nada de malo en la pluralidad de la belleza, que la “mujer perfecta” solo es un invento de quienes no les conviene que nos queramos.

Hemos aprendido  a ser bellas, a dejar de escondernos, de juzgarnos, aprendimos a ser libres, valientes, dueñas de nuestros pies, de nuestros cuerpos, de nuestras curvas, de nuestras palabras, de nuestros pensamientos.

Aprendimos a relacionarnos desde la libertad con nuestro interior y exterior, a sentirnos orgullosas y contentas frente al espejo, aprendimos a que nadie se puede meter con nuestro cuerpo, no tenemos tiempo para sentir vergüenza.

Estamos ocupadas viviendo, acompañando, amando, siendo peligrosas, a que no nos intimide la mirada ajena, a no tener que construirnos en función y deseos de otros, queremos ser mujeres raras, pueden quedarse con nuestro reino, que nosotras vamos por el  mundo entero siendo Mujeres sin miedo.





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