llena de ropajes cubiertos de pétalos.
Musa de la vida, quinceañera de sus años.
Pétalos que eran como cristales rígidos.
Sus hojas evolucionaban con cada segundo
que se deslizaba en el tiempo de su existencia.
Su alma vigorosa, era el proverbial prisma
que obliga a la luz a que libere el arco iris
que llevaba dentro.
Bailaba, y en cada zancada, tan profunda
como el piélago del mar decían sin proclamar,
revelaban sin exponer.
Sus estambres, como filamentos productores de esperanzas
modificaban los rumbos de sus historias.
Historias efímeras, llenas de disparates
abrazadas con el viento, fuertes como la brisa,
potentes como la luz de la noche, visible como la
sombra en el callejón.
Llegó al salón de baile, sacó sus patines artísticos
los puso en sus pies, y soñó en ganar la medalla de oro.
#historias no menos reales
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