martes, 21 de octubre de 2014

Jezabel, mas que un nombre



Llegó el momento, nadie lo podía creer, pero yo sabía que la vida no sería eterna, que un día me llegaría la hora cero y debía pensar en mi realidad, quisiera que fuera un mal sueño, pero no, mi corazón late tan fuerte y los recuerdos inundan mi cabeza, solo sé, que si no muero por el dolor en mi cuerpo, moriré lentamente por el dolor de los recuerdos. Aunque si bien recuerdo no todos fueron malos.
A como pude me encuentro sentada en mi cómoda, recordando aquel momento en que nací y me dijeron: Te llamarás así, por un momento pensé ¡wow! Me gusta mi nombre, pero cuando fui creciendo y ver lo que la gente decía de mí maldije el día en que me lo pusieron.
He vivido una agonía, por momentos fue como una mal película que pasa frente a mis ojos y me hace recordar cada detalle, cuanto hubiera querido perder la memoria!, pero es lo único que no he perdido, la edad me ha jugado mal en otras cosas, pero mi memoria es intacta y es lo que me hace todavía estar en pie.
Y mi dolor? ¿A caso no sabes porqué es? ¿No sabes con lo que he tenido que cargar toda mi vida? ¿No sabes lo que mi nombre significa?
 Pues te cuento, significa “no exaltada” pues sí, eso me tocaba escuchar en mi pueblo mientras caminaba junto a las muchedumbres y me miraban como algo extraño. Yo pensé que era por mi belleza, pero un día alguien me dijo: “Han dicho que naciste maldita y así morirás” Ese día pues decidí cambiar mi historia. No me puedo cambiar el nombre, pero si puedo cambiar lo que quiero hacer con mi vida.
Solo eran ocho años y nadie entendía que lo único que me importaba era tener una crayola y una acera para dibujar en ella, eso me hacía feliz. Pero no, muchos se emperraban en hacer de mis días los mas miserables que pudieran.
Querían que yo fuera otra niña, pero yo no los entiendo, si ellos mismos eran los que me señalaban y juzgaban y yo solo quería ser feliz.
¿Me mataron la infancia? ¡Puede ser! Pero eso me ayudó a crecer y ver más allá de lo que yo misma veía dentro de mí.
Un día jugando a la cuerda me llamaron, ya tenía 12 años, mi cuerpo había empezado a desarrollar y mis cambios hormonales ni los entendía, tuve que ir a un salón aún no queriendo, yo pensaba: No entienden que solo quiero ser una adolescente normal, que quiero ir con mis amigas y escoger mi ropa, saber que tipo de protección debo usar, saber si la toallas serán con olor o sin olor, solo quería enamorarme, conocer chicos, tener aventuras, estudiar, disfrutar la vida, Pero no, ¿Porqué es tan difícil querer ser feliz a los 12 años? ¿Será que ellos no fueron adolescentes? Ese día tomé una decisión, no dejé que hablaran y mucho menos que me juzgaran, tomé el valor y solo me despedí y salí corriendo.
Ahí empecé mi nuevo camino, lejos de todos, solo me encontraba cerca de mi corazón y de lo que él me dictaba cada día lo que quería hacer, me preparé, estudié las leyes de mi pueblo para un día poder defenderlo. Sabía que si llegaba a obtener un puesto importante pues sería de influencia para muchos. No quería pasar desapercibida en la historia. Quería que un día me recordaran por todo lo que hice.
Me enamoré, pero sabía que existía algo mas que sentir mariposas en el estómago, así que conocí a varios chicos. Pensaba que debía casarme con un hombre poderoso y sabía que si lo conquistaba a él podía conquistar mas cosas.
Luego me di cuenta que eso era superficial, que el poder no me lo daba una persona, que el poder no es un lugar, me di cuenta que el poder lo tengo dentro de mí, en mis actos, en lo que pienso, en lo que soy capaz de decir y que eso se haga realidad. Me casé con un buen hombre, tiene sus negocios, un día llegó triste porque no pudo obtener una tierra y yo sabía que podía animarlo y le dije: ¿Así ejerces tú el trabajo? ¡Arriba! A comer, que te sentirás bien. ¡Yo te ayudaré a comprar esa tierra!
A los 33 años regresé a mi pueblo, ya preparada, lista para poder hablar sin miedo a lo que los demás me dijeran, ya nadie me iba a intimidar. Al final nadie iba a entenderme si daba explicaciones, por lo que decidí caminar la vida sin buscar justificar todo lo que hacía .
Obtuve un buen puesto en donde podía expresar y defender al que era abusado por una sociedad injusta, llena de prejuicios y miserable en actos al prójimo. Me juzgaron por querer cambiar sus creencias, pero muchos me lo agradecían ya que les imponían el tener que creer como todos. Saben, no fue fácil, ya ustedes conocen lo difícil que es para una mujer el que sea líder y más cuando te han metido en una burbuja llena de mierda. Aún así, supe manejar temas de mi país en donde dejaba a muchos callados y al final me daban la razón.
Me hubiera gustado cambiar mi nombre, eso ya te lo dije, pero hoy siguen hablando de mí, y sé que no soy bien vista por muchos, pero para otros fui una buena mujer y un ejemplo a seguir. Incluso a muchas les ponen mi nombre. Por lo menos he quedado en la historia y todo eso se lo agradezco a mis padres cuando me llamaron Jezabel, sin ellos nadie me hubiera conocido.
Hoy solo espero en mi cuarto frío y silencioso beber el último trago, ver la última sonrisa, sentir el último palpitar, tener el último recuerdo y poder suspirar el amor con el que aprendí a vivir y recordar que no puedo hacer de los sueños esclavos de mis caprichos, pero si puedo hacer de ellos pequeñas utopías  cotidianas que, como todas, necesitan del horizonte para no morir.

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