sábado, 25 de octubre de 2014

Sentimientos



Ayer volvió a llegar, me dijeron Moni, tienes un cliente, cuando me asomo por la cortina, y veo que es él de nuevo, ¡No puede ser! … No quiero que él vea mas allá de lo que yo misma sé de mí, pedí que se lo dieran a otra, pero él dijo que solo estaría conmigo.

¿Qué quiere? ¿Qué pretende? ¿Que vio en mí que no tengan las otras chicas? No quiero que desnude mi alma, en el momento que haga eso todo lo que he construido por años se vendrá abajo, me destrozará y me sentiré vulnerable en sus brazos.

Sentimientos, ¡wow!, no sé que hacer con ellos, desde niña aprendí que era mejor escribirlos en una carta que expresarlos, sabía que en el momento que llorara frente a alguien, o abrazara, o expresara un “Te amo” sería presa de sus actos y luego  quien me ayudaría a salir de esos lugares en donde no quería dejarme ver? Y sí, hablo de mi interior, ese lugar secreto, profundo, silencioso, ese eterno vacío que se siente amigo de toda una vida, ese lugar escondido que no quiero que nadie lo encuentre, esa parte de mí que me hace saber quién soy y que no debo depender de nadie, solo de mí misma. Me gusta pasar inadvertida, es mejor eso, a depender de los halagos y a hacerme una con ellos. Siempre pensé que es mejor saber quien soy por mi misma, que por lo que otros digan de mí. Saber que entre los sentimientos y la razón no es posible esbozar algo firme y claro, solo entender que las experiencias que se reviven del pasado son y serán esos golpes fuertes en el corazón que hacen que este siga latiendo.

Él hace que me analice, que busque dentro de mí lo que ya había cerrado con llave, lo que dejé en el olvido, lo que es prohibido para mí misma.

Por un segundo pasan frente a mis ojos muchas imágenes y estas llenas de palabras y sentimientos…

Deseo… ¿Dónde nace? Está en un lugar sin nombre, sin barreras, sin límites, se desvanece entre la bruma, entre el mar y el ocaso, se oculta y duerme, pero nunca muere, cada vez que se despierta brota y clama, crece y muerde, es como un monstruo que devora mi alma, no conoce los límites, no tiene fronteras. Es tan simple que nace de un roce, de una mirada, de unas letras con toda su esencia, de un huracán de imaginarios que sin voluntad emergen de lo profundo, quema mientras se enciende y se altera fácil con una caricia. Es ávido, codicioso, insatisfecho, siempre quiere más y cuando duerme es para volver a renacer.

Culpa… De ella sé mucho, por ella me hice más fuerte, ha sido mi amiga eterna, la que creció con ansias, la que destrozó mi piel y el corazón, pero ella misma extendió mi pasión, me hizo inquieta, me hizo crujir mis entrañas, excavó mi conciencia nacida de prejuicios, creada por censuras, construida por críticas, mirando siempre el bien y el mal, tratando de tener una balanza, luchando con lo que nadie conoce pero todos inventan y entre lo que todos envidian pero nadie reconoce, entre lo que muchos sueñan, pero la mayoría reprime, viviendo entre muchos jueces  y sus sentencias condenatorias.

Miedo… Ha hecho que las condenas se cumplan, que viva en una prisión sin barrotes y rejas, sin una sonrisa ni una lágrima, con una mano que se extiende para luego esconderse, con una boca llena de silenciosas palabras dispuesta a abrirse para callar, con pasos que avanzan para atrás, que han sido lentos, perdidos, atados a una pasión y una condena que ahoga, ellos han sido mis refugios y son el antes de ser, son el calor de mi alma fría.

Silencio… dejé morir mis palabras, las asesiné poco a poco, compañero de el miedo y la culpa, todos cómplices y culpables callaron mi voz, aquellas palabras que brillaban en las noches y se apagaban en el amanecer. Sin defensas, sin fuerzas para luchar contra los murmullos entre el quiero y no puedo, entre el quiero y no debo. Hoy las puedo oír, se instalaron en el silencio denso, infinito, irrompible, profundo, sin respuestas ni preguntas, lleno de dudas, haciendo más fuerte, siendo el trampolín de mi alma y la pasión de lo no dicho.

Soledad… Y ahí está ella, vestida sin ropas, con rostros sin nombres, buscando entre la multitud que me separó entre el ayer y el hoy, entre el hoy y el mañana, entre la búsqueda de unos ojos dulces, labios tiernos,  perfiles duros, sonrisas abiertas. Ha sido un desfile en soledad, una emoción terrenal de paraíso vacío, entre el abandono sin ser abandonada, entre los amantes de una manzana prohibida, entre los amantes de la culpa, el miedo solitario y el silencio eterno.

Y… aquí me encuentro, reflexionando en el vació de mi alma, haciendo de mi interior un laberinto de emociones, haciendo que me encuentre sin querer ser encontrada.

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