¡Rojo! Hermoso color...
"No uses rojo" decía mi abuela, aquella mujer que me vió crecer y que
siendo tan conservadora quería que yo fuera una "buena" persona.
Siempre amé el rojo, me gustaba aquel vestido de vuelos, a mitad del
muslo, de lienzos suaves, o aquel conjunto de ropa interior rojo de
encajes finos, o unos zapatos rojos que combinaban bien con mi blusa
negra...
¡Y! Cómo no amar el labial rojo con sabor a menta, tan dócil que hacía de mi sonrisa única y natural.
¿Cómo vas a vestir así?,
¿Cómo te vas a pintar así?
"Terminarás siendo como la mujer de aquel pobre hombre" ¡Ja! cómo si un color me definiera.
Me doy cuenta que la repulsión que sentí por el sofá rojo futurista del
fotógrafo no fue por el color, sino por la mirada de ese hombre y quise
desviar mi odio hacia el objeto y no a la persona.
Doblo la esquina
y me encuentro unas hermosas flores rojas, llenas de vida, con un
exquisito aroma, podría acostarme sobre ellas y que mi tumba fuera hecha
sobre pétalos rojos.
¿Soy puta por usar rojo?
¡No!
Solo sé,
que unas mejillas rojas, tiernas, dulces como dos bombones de
chocolate, son las que inyectan mi sangre y hace que esta pueda
permanecer con su color encendido.
¿Odio el rojo?
¡No!
Lo sigo amando y hoy, con más pasión!!!....
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