La muerte tiene
buena memoria, no se olvida de nadie, pero mientras llega nos hace la vida más
interesante, más alegre y más solemne.
Y qué sería de la vida sin las aventuras que un día la
muerte se llevará, sin el saber que al vivir no solo es suficiente respirar,
hay que tomar riesgos, hay que dejar huellas, hay que marcar un camino para
otros que nos miran y que no se atreven a decir lo que piensan.
La muerte hace que la vida no se conforme a un solo lugar, nos
ayuda a mirar los entrastes que transitamos y movernos a diferentes sitios.
Es saber que cuando se detengan las palpitaciones, hubieron
momentos en que ellas iban más rápido de lo que nuestros pies podían caminar,
pero que eso nos empujaba a ir más allá de una rutina y hacía que nuestro
rostro tuviera una sonrisa de ver como el rumbo desconocido se hacía más
atractivo.
Si no fuera por la muerte,
viviríamos en un modo discreto, tendríamos el corazón y la mente en una jaula
de conformismo, pero al saber que un día nos llegará el fin en esta tierra, la
muerte nos da esa esperanza de vivir un hoy al máximo y de no temer al mañana.
Ya lo dijeron otros: “A la muerte no
se le teme porque,
mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos, la
muerte es una vida vivida”
En mi
admiración a aquellos que estando vivos saben que el día que mueran habrán vivido
a la orilla de un precipicio, pero que disfrutaron el aroma al vacío!!!
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