viernes, 14 de agosto de 2015

Abrazando las angustias

Sentada en aquel lugar, frente a un paisaje de cristales limpios donde las gentes desfilaban apresuradas una tras otra sin notar que el cielo se había vestido de arcoris grises para ser admirado por un segundo, allí, nadie se detenía.

Nadie se detenía, una anciana cruzaba la vereda y con su vista nublada temía ser arrollada por algún conductor que en su rapidez no notara sus pasos lentos que eran marcados por los años.

Nadie se detenía,  una joven discutía con su pareja por detalles que sacaban lágrimas de sus ojos.

Nadie se detenía, los trabajadores no descasaban sus máquinas ruidosas, tal vez pensaban que el ruido de la vida era peor y sus máquinas se transformaban en la música que las gentes preferían escuchar.

¡Ella se detuvo!

El cielo le cantó y no pudo negarse a contemplar la transición donde las nubes poco a poco escondían al sol para empezar a mojar la tierra con sus lluvias.
A ella no le importó no andar paraguas, sabía que esa lluvia refrescaría sus dolencias.
Allí sentada, podía separar cada sentimiento, sabía que hay dolencias más fuertes que otras, que hay dolores que no duelen, pero hay otros dolores que ni el alma puede contenerlos.

¿Cuándo empezaría a llover?

Pensaba mientras las angustias eran abrazadas una por una.
Tenía angustias reales, otras soñadas y otras imaginadas.
Su mirada era triste, pero la tristeza tenía olor a esperanza.
Sus ojos color miel se dilataban frente al verde fogoso del paisaje y las gaviotas la acompañaban con cantos melodiosos esperando que la vida les arropara con sus aguas.
Su mente era un mar infinito de preguntas, pero las respuestas sin existir,  existían,  pero no eran respuestas para ella, seguramente llegaría a anciana y muchas respuestas habían quedado demoradas en el reloj de la vida y sin saber  lo que no fue, vivía intensamente lo que pudo ser.

¿Será este el último segundo donde pueda contemplar el cielo?

Pensaba ella mientras alzaba su mirada saludando sin despedirse del horizonte.
En ese momento no tenía con quien hablar, más su voz firme se quebraba en la prosa de sus pensamientos como si estos fueran una poesía leída.
Su corazón sugería en cada palpitar las melodías que no están en la música, pero la música era ella misma.
Acoger la felicidad, pensaba ella, no hay felicidad falsa, porque cuando se presenta es tan real como la misma angustia que se pierde en la neblina.

¿Qué importa ser feliz de esta manera, si lo que se exalta puede ser duradero y real?

En ese instante, como una pequeña y diminuta flor, revoloteaba con las gotas que empezaron a acariciar su cuerpo, sus pies se elevaron y extasiada tocaba el cielo solitario de su alma y el de su paisaje pintado de cristales limpios.

!Paisaje que no podría olvidar!


#historias no menos que reales




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