Ese día el reloj
se había detenido y se atrasó para ir a tomar el último autobús que la llevaría
a su casa, tuvo que correr de nuevo, fue la última pasajera, al subir solo
estaba el chofer y ella, el silencio de aquel momento era aterrador, los
asientos fríos y los vidrios llenos de humedad hacían un eco donde el latido
acelerado del corazón era como el estruendo que se escuchaba a miles de kilómetros.
El chofer le
sonrió y amablemente puso la radio para hacer más ameno el viaje, ella se sentó
en medio del autobús, con su respiración
asustada, no tenía otra salida más que viajar sola. Trató de relajarse y se dejó
llevar por la música que sonaba. La
canción fue muy agradable, aunque era en otro idioma y la entendía poco, se dejó abrazar por las melodías melancólicas
que salían de los parlantes.
Se había pasado
la vida corriendo, buscando, tratando de encontrar lo que de niña había
perdido, recordaba como le gustaba mirar las hormigas en línea luchando contra
el viento para que no se les llevara las hojas que llevaban sobre sus diminutos
cuerpos, ese momento era tan emocionante
que se sentaba en la vereda a observarlas por horas y allí sentada , con sus
pantalocitos cortos y sus medias de lana, jugaba con la tierra ensuciando sus
manitas y haciendo figuras que eran obras de arte para ella.
Levantó su rostro
y en su viaje miraba por el vidrio empañado las calles que no conocía,
callejones pintados de sombras rojas que parecían tener movimientos, de pronto
se sentía feliz, veía con sus ojos como las calles bailaban solas y como los
árboles movidos por el viento cantaban como voces silentes.
¿Qué voz produce
el sonido de las hojas?
¿Qué voz produce
el asfalto tocado por los carros?
¿Qué voz produce
las lámparas que alumbran los callejones?
¿Qué voz produce el vidrio que me deja mirar hacia el otro lado?
Si tan solo pudiera
callar sus latidos y escuchar las voces que hablan, pensaba ella en su viaje,
si tan solo pusiera atención a lo que oímos sin estar conscientes que le oímos.
Tal vez allí, si dejara que el silencio fuera el protagonista, podría haber
escuchado las voces de las hormigas, o las voces de la arena en sus manos y lo
que con su cuerpo de mujer buscaba lo habría encontrado hace mucho tiempo.
Pero ella con su
alma ilusa se perdía en el silencio que arrullaba sus esperanzas y en paraísos
desiertos encontraba su lugar donde esperando despertar, la voz de la vida callaba
y el viaje solitario se hacía placentero por la música que sonaba en el viejo
autobús.
#historias no menos que reales
No hay comentarios:
Publicar un comentario