Se
encontraba en aquel salón, sus compañeros de clase charlaban mientras el
profesor revisaba los trabajos asignados.
Ella
trataba de ser parte del grupo pero en su mente solo estaba aquel libro que la
había dejado perpleja, lentamente pronunciaba las imágenes de las sombras
dibujadas en las letras de aquellas páginas llenas de historias que una a una se
habían hecho presentes en su credo y que sin tener sonidos entonaban melodiosas sinfonías.
Cada
una de las hojas la llevaban a los abismos más profundos de su alma y conforme
avanzaba en la lectura la iban seduciendo hasta sondear lo que en su interior
sostenía.
Por
un momento el salón se hizo invisible para ella, nada había a su alrededor, los
gritos y risas de sus compañeros eran mudos y ella con su corazón acelerado
dejó libremente caer lágrimas que pronunciaban la esperanza vestida de
quimeras y empezó a bailar.
De
pronto estaba en ese lugar, había soñado en conocerlo, solo tenía fotos en su
memoria, decían que ahí se encontraba la mejor cerveza del mundo, pero ella lo
que amaba eran esos paisajes, los destellos de aquellas luces, los árboles de
ese lugar, la luna reflejada en la sombra de las calles, los puentes difuminados en el paisaje que
al asomarse veía su reflejo en las aguas que acariciaban su rostro y en ese
rostro una mirada tierna.
Esa ciudad era la cima de sus sueños, sentía que allí el viento esfumaba las tormentas,
que los inviernos eran acogedores y los otoños florecían en los delirios de sus
fantasías donde podría hacer el amor y dejarse llevar con la música que pintaban sus manos.
El
silencio en ese sitio era sabio y guardaba miles de emociones que cantaban en
la brisa que tímidamente susurraba en las ilusiones del destino pronunciado en
los pasos de la vida.
Ella
era el tiempo marcado en su libro, El era el peregrino silente que
besaba los deseos nacidos de las sonrisas que sin razones salían de sus
pensamientos, en ese lugar sentía que la vida era la aglomeración de momentos excitantes
donde en su cajón guardaba lo vivido y lo soñado.
Sus
ojos eran las huellas dilatadas donde las emociones nadaban en su alma, ese paisaje marcado en el tiempo eran montañas de ensueños que podrían poblar el cosmos almacenado en amores que tejen
la magia de los sentimientos, de las memorias, de los recuerdos, de los
sentires, de los deseos que crecían en el interior de los transeúntes apasionados que respiran la existencia vigorosa que
descansa en los semblantes inocentes.
Ese espacio en la nada la abrigó, sus manos frías comulgaban los conflictos que se amparaban en
sus contrariedades y refugiaban cada palpitar de sus conquistas, ella, sin ser perfecta, era alquimista de sus imperfecciones y los espejos como escudos aliados volaban
desplegando sus horizontes.
Ese
instante, ese momento, ese lugar lleno de líneas pintadas cubierto de silencios en los
cristales, de sueños utópicos, de brisas en el firmamento, de letras con alas,
de espacios vacíos, de temores abrazados, de miedos excitantes, de deseos fugaces, de historias nombradas en el olvido donde revivían cada uno en los relojes que resuenan en el tiempo y hacen del tiempo un impostergable que besa la pasión de la esperanza.
¡Ese
lugar!
Acercándose el profesor a ella, notó en su rostro una mirada distinta y le preguntó ¿Dónde estás?
Ella
sonriendo lo miró y le dijo:
¡Siempre
habrá un lugar deseado para mis sueños!
Tomó
su libro y ese libro dejó de ser algo más que un objeto en un estante.
“El
antiguo esplendor y la belleza de Praga, una ciudad incomparable, dejó una
impresión imborrable en mi imaginación
Me di cuenta, con algo de alegría, que cada vez que me salía
de los recorridos sugeridos por el mapa casi no encontraba turistas, te tenía
para mí sola por un ratito, éramos solamente vos y yo”
#Historias no menos que reales
Y
Un libro protagonista de un sueño
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