No quiero buscar y aún así te encuentro en cada hoja
No quiero encontrarte y aún así no dejo de mirarte
No quiero reflejos y una sombra me persigue
No quiero salidas y mil caminos se dibujan frente a mí
No quiero palabras y el silencio me perturba
No quiero miradas y los ojos se desbordan como un grito
manso
No quiero firmamentos y el alba se pinta coqueta
No quiero correr y mis pies no se detienen
No quiero respuestas y no dejo de preguntar
No quiero la muerte y la vida obstinada me acerca a ella
No quiero llorar y en cada sonrisa se dibuja una lágrima
No quiero la espera y aún así vivo en ella
No quiero tristezas y aún así el desconcierto me seduce
No quiero tus ojos y aún así pinto miles de ellos
No quiero tus besos y aún así mis labios quieren sangrar
en el deseo
No quiero los recuerdos y los ayeres tocan a mi puerta
No quiero esta alma y aún así apasionante habita mis
nostalgias
No quiero la fe y esta se maquilla de esperanza con alas
de mariposas
No quiero el tiempo y este baila con mis incertidumbres
No quiero vivir de sueños y aún así cada palpitación
desnuda mis anhelos
No quiero secretos y la vida me esconde el mañana
No quiero instantes y aún así en ellos soy una pintura
libre
No quiero la oscuridad y esta afable se difumina en la
niebla
No quiero la noche y el día adelanta las horas
Mis manos no quieren dibujar y aún así pintan sobre los
lienzos que
ascienden a los horizontes llenos de miradas abstractas
donde abrazan las
huellas del peregrinaje esforzado que se deja sentir vivo
y despliegan sus alas
blancas, libres
hacia los firmamentos oscuros donde los deseos se
maquilan de rojo.
¡No quiero nada y aún así quiero todo!
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